Entonces, me encuentro rondando en mis pensamientos buscando saber cuándo fue la última vez que me encontré a alguien a quien tiene tiempo que no veo. Pienso en los amigos de la infancia que la adolescencia se llevó; en los novios que alguna vez estuvieron a mi lado; en mi maestra de cuarto de primaria y su libro "El galano arte de leer"; pienso en Genie, mi cocker, que una tarde de verano quiso inspeccionar la calle por ella misma y nunca volvió; en fin, pienso en muchos que se han cruzado en mi vida y de alguna forma dejaron algo de ellos en mí.
Extraño esos viejos momentos con mi amiga de la prepa, cuando nos sentíamos incomprendidas y pasábamos horas sentadas hablando, muchas veces sin ningún propósito concreto, mas que hacernos compañía.
Extraño estar sentada en mi banca de la escuela, recargada sobre mi brazo, escuchando a mi maestra leer una historia sobre un colibrí, una rosa y un enamorado.
Extraño, incluso, a la Ana de ayer y a la de hace seis meses. Y es que, como la gente que viene y va, yo también me voy en cada segundo y con cada pensamiento. Yo, que ya no soy la yo que inició este relato, creo que debo irme.