Querido M.:
Sé que tiene ya 4 años que no nos veíamos, el tiempo se había interpuesto entre nosotros y yo había sanado ya tu ausencia; ahora que te decides a volver, anunciando tu llegada con bombo y platillos, me doy cuenta que no te extrañé nunca; aun así fui a darte la bienvenida, a sabiendas que el destino me decía a gritos que no debía llegar a verte (¡y vaya forma de gritarlo!).
Ahí estuve, tratando de entenderte, de animarte, de consolarte en tus fallas. Pero seamos sinceros: no es de corazón. Me he visto presionada por todos y por todo, porque a donde quiera que vaya veo tu nombre, tu cara, a aquellos que te quieren y te mencionan constantemente. Es imposible borrarte de la mente por más que lo intento, pero me interesa saber tanto de ti, como a ti de mí.
Te pido que no te cruces en mi camino en este mes que estás de visita. Quizá -y sólo quizá- te espiaré el día en el que te dignes a despedirte. Lo tengo todo pensado: me esconderé entre los muchos que llorarán por la tragedia, y en el momento climático, esbozaré una sonrisa de celebración por 4 años en los que las noticias hablarán de todo, menos de ti, porque entonces serás historia, una historia vana en la que unos ganan y otros pierden.
Adiós, Mundial. Con esta carta me despido sincera y anticipadamente, sabiendo bien que no tienes nada para mí.
A.
Sé que tiene ya 4 años que no nos veíamos, el tiempo se había interpuesto entre nosotros y yo había sanado ya tu ausencia; ahora que te decides a volver, anunciando tu llegada con bombo y platillos, me doy cuenta que no te extrañé nunca; aun así fui a darte la bienvenida, a sabiendas que el destino me decía a gritos que no debía llegar a verte (¡y vaya forma de gritarlo!).
Ahí estuve, tratando de entenderte, de animarte, de consolarte en tus fallas. Pero seamos sinceros: no es de corazón. Me he visto presionada por todos y por todo, porque a donde quiera que vaya veo tu nombre, tu cara, a aquellos que te quieren y te mencionan constantemente. Es imposible borrarte de la mente por más que lo intento, pero me interesa saber tanto de ti, como a ti de mí.
Te pido que no te cruces en mi camino en este mes que estás de visita. Quizá -y sólo quizá- te espiaré el día en el que te dignes a despedirte. Lo tengo todo pensado: me esconderé entre los muchos que llorarán por la tragedia, y en el momento climático, esbozaré una sonrisa de celebración por 4 años en los que las noticias hablarán de todo, menos de ti, porque entonces serás historia, una historia vana en la que unos ganan y otros pierden.
Adiós, Mundial. Con esta carta me despido sincera y anticipadamente, sabiendo bien que no tienes nada para mí.
A.