Hermano caníval,
te despides de mí.
Maldita humanidad.
El blog fantástico, mágico, musical que trae para usted los temas que quizá nunca pensó leer, pero que no le queda de otra porque es lo que hay.
Anoche Gaudí y yo nos encontramos junto al mar. En un sueño extraño, él se apareció con la forma de una inusual y mágica estructura.
Bien sé que no era una casa de su autoría sino de mis curiosas neuronas, que respondiendo a mi deseo por tierras catalanas, decidieron cumplir mis caprichos regalándome una bella ilusión: paredes que recuerdan las peculiares formas de las rocas perforadas por el agua, ventanas multicolores que llenan de luz el ambiente, curvas, curvas y más curvas que asemejaban el olear del mar que nos rodeaba.
Entre el agua, la arena, un muelle envejecido y ese cielo anaranjado que despedía el día, desperté con el sol en mi cara y Fabián a mi lado; pero aquella noche fue de Gaudí y mía, juntos compartimos ese mundo onírico del que surgen las más maravillosas ideas, ésas que gritan fuerte para brincar a este mundo, ya sea con forma de edificio o de letras.
Buenos largos días, mejores infinitas noches para todos.
Un rayito de luz se escabulló entre tanta oscuridad y se fue a posar en su ojo; inevitablemente la sorprendió. No estaba dormida, es sólo que ya estaba acostumbrada a ese negro constante todo el tiempo y no esperaba que el final volviera así de improviso.
Su primer recuerdo de la infancia era en aquella desierta soledad, jamás podría olvidar el día en el que el blanco brillante le había negado un último vistazo de su mamá y papá. Entre los gritos y el miedo, ni siquiera pudo darse cuenta del momento en el que soltó la mano de su madre, ella sólo corrió hasta encontrarse sin salida, agazapada en una esquina. De pronto, la oscuridad regresó y nunca más se fue.
Pasó el tiempo: un mes… ¿o tal vez diez años? Quién sabe, quizá sólo había sido un día. No importaba mucho, porque a donde girara no había nadie con quien hablar ni nada con qué jugar; se la pasaba en su infinito silencio comiendo las pequeñas partículas de polvo que aparecían alrededor. Así todo el tiempo, cada hora de cada día hasta aquel momento en el que apareció ese rayito de luz que en un parpadeo se convirtió en una cascada blanca que se llevó todo a su paso.
- ¡Y quiero que limpies bien bajo tu cama!
- Sí, mamá… ya te oí.
La inspiración se quebró.
La cosí con el hilo negro que encontré y la remate con cinta invisible.
La inspiración se quebró.
Me quedó un rompecabezas endeble y sensible a mi humor.
© Copyright Las crayolas de Añita. All rights reserved.
Designed by FTL Wordpress Themes | Bloggerized by FalconHive.com
brought to you by Smashing Magazine