Cómeme a besos,
succióname el alma.
Rómpeme si es necesario
y vuelve a armarme con palabras.
Deliciosos sonidos que llenan mi espacio,
provenientes de esa lengua de fuego
que me corroe con trazos profundos,
rozando la sensibilidad de mi pecho.
¡Au!
Tierno dolor que se transforma en deseo
y se traduce en un vaivén de cadera,
una petición clara, un grito silencioso:
Transgrédeme. Cruza los límites.
¡Cómeme, entonces!
¡Atragántate con mi alma!
Ésta que de a poco se escapa
entre exhalaciones y exclamaciones.
Expúlsame a empujones de mi cama,
llévame a aquel mundo saturado de ti;
hierba fresca con rocío de sal
y luz de pálida luna.
Llena mi acidez con tu dulce humedad.
Crea dentro de mí un universo nuevo
y déjame ahí observando las estrellas,
perdida en el silencio de lo eterno.
Saciado debes estar ya de cuerpo.
Ahora yo bebo tu alma en un abrazo.
Ese espirituoso embriagador
que me calienta y hunde en sueños.