Era una niña que emocionada iba a la matiné. Tomada de la mano de su papá, volteaba de un lado al otro del pasillo que llevaba a la puerta de entrada. Quiero palomitas, ¡no, mejor un refresco! ¿O unos Bon-bons? Ninguno, su papá siempre decía que no porque a la hora de la comida no iba a comer bien.
Las zancadas eran más grandes para llegar a la sala justo antes de que apagaran la luz, pero la pequeña niña ya no caminaba, corría.
Las luces se bajan, la cortina se levanta y en la gran pantalla se proyecta la presentación estelar de Walt Disney Pictures. La película de ese domingo: La Sirenita.
"Aaaaaa AAAAAAA AAAAAAAAAAAAAA" cantaba la pequeña pelirroja con cola verde cuando la malvada bruja pulpo le quitaba la voz a cambio de un par de piernas. Intermedio. La niña no va a obtener sus palomitas. No hay mucha sustancia en el resto, como uno puede imaginarse, la bruja hace de las suyas para lograr su cometido, pero tras la destrucción de un barco y la muerte del monstruo, llega un glorioso final en el que el mar y la tierra se unen al puro estilo del genio creador del ratón con calzones rojos: una boda.
Todos son felices mientras el proyector se apaga durante los créditos y se encienden las luces. El sol de la tarde llena los ojos relampagueados al salir del cine y es hora de vagar por la ciudad o ir a algún museo a ver obra que quizá la pequeña niña no entienda entonces, pero que seguro recordará un día cuando esté más grande y esté de visita en el Museo Orsay de París; en ese momento lo único que quiere son las burbujas con la estampita de la sirenita o la pluma luminosa que venden en los puestos ambulantes.
¿Cuánto cuesta la pluma? ¡Wow! La niña va a poder escribir en la pared de su sala lo mucho que quiere a su mamá con su recién aprendida escritura cursiva mientras la lucecita del bolígrafo se funde.
Gloriosos años en los que fui. Gloriosos años que me hacen ser.
Mmmm... Me parece conocido este pasaje, pasó como un sueño, pero inolvidable.
Sí apá... a mí también me parece muy familiar este pasaje. Te amo.