*tiempo*
Ovidio hace ruiditos con su placa cuando se mueve.
Giro a mi izquierda buscando que mi cabeza haga las paces con la almohada, pero me topo con una linda sorpresa: Fabián está ahí (bueno, siempre está ahí, pero también siempre es hermoso hacer consciente que está a mi lado).
Sin darme cuenta, de pronto ya no estoy en mi cama. La luz es distinta, los escenarios fantásticos y dentro de mí sé que todo es efímero. Brinco de aventura en aventura, en un momento busco a una persona y en el otro corro por un súpermercado. Fabián me espera en una fila en la que debo alcanzarlo antes de que llegue con la señorita que atiende y así podamos firmar algo. Esa soy yo, pero definitivamente no soy yo, me digo.
Y mientras en el sueño mi yo que no soy yo corre de un lado para el otro, yo comienzo a pensar en la línea delgada que divide lo que es real de lo fantástico, porque en ese momento me veo, es más, veo lo que Ana no Ana vive, siento su angustia; pero otra parte dentro de mí siente a Ana acostada, siente la oscuridad de su cuarto, siente cómo su mano toca la espalda de Fabián.
¿Qué es real entonces? Imposible decir que es lo que se ve, lo que puede sentirse; porque definitivamente estoy sintiendo dos mundos diferentes, a dos personas a la vez en dos momentos y espacios distintos... De pronto, me doy cuenta de que no son dos, somos 3: la que corre, la que duerme y la que reflexiona.
Al final de la noche soy yo, la que despierta. Pero dentro de mí una sigue hablando, reflexionando; ella nunca descansa. Y por supuesto, la tercera sólo reina de noche, pero busca cada momento de distracción durante el día para escaparse a otro mundo y seguir soñando.
Simplemente, me encanta!
Saludos,
Cris